¿Y si yo no tuviese nada que hacer? ¿tan solo presenciar lo que sucede?
Siento el dolor de resistirme. Observo mi creencia “eso va a ser malo para
mí”. Duele.
Le pregunto a mi niña qué necesita y, tras el silencio, la escucho
claramente: Que mi valor no dependa de lo que sucede fuera.
Y, entonces, veo la voz que menosprecia, la que maltrata, la voz con la que
me culpabilizo ante las circunstancias externas que rechazo.
¿Y si lo que sucede no cambia para nada mi valor?
¿Y si no tuviese nada que mejorar, nada que preparar?
Quiero explorar esa posibilidad.
Quiero abrirme como una flor,
confiar en la luz del sol,
dejarme mecer por la brisa,
sentir las cosquillas de las gotas de lluvia en la piel…
Quiero sonreír agradecida por lo que no consigo comprender.
Y levantarme cada vez que vuelva a caer.
Gracias…